• Inicio
  • El color puede variar

TL;DR – ¿Por qué se ve distinto el color de una peluca en una foto?

  • La luz cambia todo: el tipo de iluminación (natural, LED, cálida o fría) afecta directamente cómo se ve el color real de la peluca. Una misma peluca puede verse distinta al sol, en sombra o bajo una ampolleta amarilla.
  • Las cámaras no ven como nuestros ojos: cada cámara interpreta el color de forma distinta y puede alterar matices según el balance de blancos y el procesamiento automático.
  • Cada pantalla es diferente: celulares, computadores y tablets muestran los colores con variaciones propias según su calibración, brillo, modo nocturno y calidad.
  • Las imágenes se comprimen: para cargar más rápido en internet, las fotos se comprimen. A veces eso hace que se pierdan detalles de color sutiles o degradados suaves.

Aunque intentamos mostrar las pelucas con la mayor fidelidad posible, puede haber ligeras diferencias entre lo que ves en pantalla y la realidad. Por eso, recomendamos ver las fotos en más de un dispositivo y leer siempre la descripción del color.

¿Cómo intentamos disminuir esa diferencia en Capilaria?

Sabemos que lograr una representación fiel del color en una foto no es fácil, pero en Capilaria hacemos todo lo posible para que las imágenes que ves en nuestro sitio reflejen con la mayor precisión los tonos reales de cada peluca. Para eso:

  • Usamos una carta de color Calibrite ColorChecker Passport Photo 2, que nos permite calibrar el color en cada sesión fotográfica y ajustar los tonos durante la edición para que sean fieles a la realidad.
  • Fotografiamos con una cámara Canon 80D, que ofrece alta fidelidad de color y control manual del balance de blancos.
  • Iluminamos con luces de alto CRI (Índice de Reproducción Cromática), que reproducen el espectro de colores de forma muy similar a la luz natural.
  • Editamos en un monitor profesional ASUS ProArt calibrado, lo que asegura que lo que vemos durante la edición es lo más cercano a cómo se verá en una pantalla correctamente configurada.

Luz, Pantallas y Cámaras: ¿Por Qué el Color de las Pelucas Puede Variar en Fotos?

Cuando tomamos fotos de una peluca para mostrar su color en una página web, a veces notamos que el tono no se ve exactamente igual que en persona. Esto puede ser frustrante tanto para quien vende como para quien compra, pero tiene explicación. En este post, exploraremos de forma accesible por qué los colores de una peluca (u otros objetos) pueden variar entre la realidad y las fotos en diferentes dispositivos. Veremos cómo la luz, las cámaras y las pantallas (además de la compresión de imágenes) influyen en la apariencia del color. Al entender estos factores –desde el espectro de la luz hasta los modos de “luz azul” en los celulares– comprenderás por qué el tono de una peluca puede verse distinto en tu pantalla que en vivo.

La luz: espectro y temperatura de color

El color que percibimos depende totalmente de la luz que incide en el objeto y se refleja hacia nuestros ojos. Una peluca (o cualquier cabello) puede verse diferente según la iluminación. Por ejemplo, una peluca roja al aire libre con luz natural se verá más brillante y con mayor contraste que la misma peluca con luz interior. Esto explica por qué en nuestras fotos de vacaciones el cabello luce de un tono distinto bajo el sol veraniego en comparación con la iluminación de interior. En resumen: la iluminación es uno de los factores más importantes en cómo vemos el color.

¿Por qué pasa esto? Cada fuente de luz tiene un “color” propio, conocido como temperatura de color, y un espectro único. La temperatura de color se mide en Kelvin (K) e indica si la luz tiende a tonos cálidos (rojizos/naranjas) o fríos (azulados). Por ejemplo, al mediodía la luz solar ronda los 5500 K (luz “neutra”), mientras que un atardecer puede bajar a ~2000 K, dando una iluminación muy cálida y dorada. Del mismo modo, una bombilla incandescente típica de casa (~2700 K) emite una luz cálida amarillenta, mientras que un tubo fluorescente (~4000-5000 K) suele dar una luz más fría que puede dejar un tinte verdoso o pálido en los colores si no se corrige. Nuestros ojos/cerebro suelen adaptarse a estas variaciones (vemos un papel blanco como blanco tanto bajo luz cálida como fría, gracias a la adaptación visual), pero las cámaras no (lo veremos en la siguiente sección).

La misma escena iluminada con luz de día (~6500K, izquierda), con luz fluorescente (centro) y con luz incandescente cálida (derecha). Se aprecia cómo cambia la tonalidad general según el tipo de luz.

Además de la temperatura de color, importa el espectro de la luz. Algunas fuentes de luz son “completas” en términos espectrales y otras más limitadas. La luz del sol y las bombillas incandescentes emiten un espectro continuo (contienen todas las longitudes de onda de la luz visible, aunque en distinta proporción). Esto significa que iluminan los objetos con todos los colores, logrando una reproducción cromática muy fiel. De hecho, el índice de reproducción cromática (CRI) de la luz solar e incandescente se considera 100, el máximo estándar de fidelidad de color. En cambio, luces como las fluorescentes o algunos LED de baja calidad tienen espectros discontinuos o picos en ciertas longitudes de onda, lo cual deja huecos en algunos colores. Por eso, bajo tubos fluorescentes antiguos (CRI bajo) los colores pueden verse apagados y alterados, con tonos raros o grisáceos en objetos que en luz natural se verían vivos. En palabras sencillas: si a una luz “le falta” cierta porción de color en su espectro, el objeto iluminado no puede reflejar ese color correctamente y lucirá diferente o desvaído. Imagina una peluca castaña con reflejos rojizos sutiles: bajo una luz de espectro pobre en rojos, esos reflejos casi no se notarán.

También influye la intensidad y dirección de la luz. Una luz intensa puede hacer que los tonos claros se saturen o que ciertos matices se pierdan (por ejemplo, el sol directo podría “quemar” visualmente detalles de color muy sutiles en una foto). La luz difusa de un día nublado, en cambio, realza ciertos contrastes de color de forma más suave. Incluso la hora del día importa: en la “hora dorada” de la tarde todo se tiñe de un matiz cálido dorado, mientras que en la sombra durante el mediodía los tonos se ven más fríos y azulados. Todos estos cambios de iluminación explican en parte por qué el mismo objeto (como tu peluca) no siempre se ve del mismo color en cada fotografía.

La cámara: cómo captura el color

Ya vimos que el entorno de luz afecta al color real de la peluca, pero ahora pensemos en la cámara. La cámara es la encargada de “capturar” esa luz y traducirla en una imagen digital. Aquí entran en juego conceptos como el balance de blancos y la sensibilidad del sensor.

Primero, considera que nuestros ojos y cerebro hacen un trabajo estupendo equilibrando los colores automáticamente. Si entras a una habitación iluminada con bombillas muy cálidas, inicialmente la verás amarillenta, pero en poco tiempo tu visión se adapta y percibes los colores de manera “normalizada”. La cámara, por defecto, no tiene esa adaptación tan inteligente. Como explica un recurso fotográfico, nuestros sensores (las cámaras) no pueden corregir por sí solos los colores de las distintas luces – así que aunque tú veías la escena blanca o con colores correctos, la cámara puede registrar una dominante de color no deseada. En otras palabras, si no le indicamos nada, una foto tomada bajo luz de tungsteno saldrá anaranjada, y una bajo fluorescente quizá salga azulada o verdosa.

Ahí es donde entra el balance de blancos (white balance). El balance de blancos es la herramienta que usamos para decirle a la cámara qué tipo de luz hay, de modo que compense esa dominante y los colores salgan precisos. Por ejemplo, al fotografiar con luces de interior cálidas, ajustar el balance de blancos a “tungsteno” hará que la cámara añada frío (azul) para neutralizar el exceso de naranja, logrando que lo que debe ser blanco salga blanco, y los demás colores fieles. En condiciones de luz muy fría, la cámara añade calidez, etc. De hecho, el balance de blancos automático de la cámara suele acertar en muchos casos, pero no siempre es perfecto; a veces una foto puede seguir viéndose un poco más cálida o más fría de lo real si la iluminación era mixta o complicada.

Además del balance de blancos, cada cámara interpreta el color de forma ligeramente distinta. Los fabricantes de cámaras (y de teléfonos) aplican sus propios algoritmos de procesamiento de imagen, que pueden aumentar la saturación, el contraste o ajustar tonos para lograr cierta “estética”. Por eso, la foto de una misma peluca podría verse un poco diferente si la tomas con la cámara de un teléfono vs. con una cámara profesional – no necesariamente peor, pero sí con matices diferentes en color. Algunas cámaras o móviles tienden a colores más vibrantes de fábrica, otros a tonos más neutros. Si disparamos en formato RAW (datos “en crudo” del sensor) obtendremos los colores más genuinos y podremos ajustarlos después; si disparamos en JPEG, la cámara ya aplica un procesamiento (contraste, saturación, etc.) y comprime la información, lo que puede hacer que ciertos matices sutiles se pierdan. Más adelante hablaremos de la compresión, pero vale mencionarlo: en JPEG la imagen sufre pérdida de información, así que los colores muy cercanos entre sí podrían “fundirse” en uno solo y algunos detalles de tono podrían no apreciarse.

Otro factor es la exposición y la iluminación al tomar la foto. Si la foto está sobreexpuesta (muy clara), los colores lucirán más lavados; si está subexpuesta (oscura), pueden verse más saturados en algunas zonas pero se perderán detalles en sombras. El fotógrafo suele buscar una exposición correcta para mostrar el color real de la peluca. Y por supuesto, usar luces adecuadas al tomar la foto ayuda: lo ideal es luz blanca neutra y de espectro amplio (por ejemplo, luz natural indirecta o focos LED de alto CRI) para que la cámara capte el color lo más parecido a la realidad.

Resumen de esta sección: la cámara no es infalible reproduciendo colores. Hay que configurarla (balance de blancos) para la luz presente, y aun así cada sensor tiene limitaciones. Si alguna vez notas que tu foto tiene un tinte raro, suele ser por el balance de blancos: por suerte esto se puede corregir con edición si hace falta. Pero incluso con todo bien ajustado, hay un paso más: la imagen resultante la veremos en una pantalla, y ahí también ocurren variaciones.

Las pantallas: distintos dispositivos, distintos colores

Ahora entremos al tema de las pantallas. Imagina que ya tenemos la foto perfecta de la peluca, con la iluminación bien balanceada. ¿Por qué entonces ese mismo archivo de imagen se ve un poco más claro en el celular de una persona, más oscuro en el monitor de otra, o con un tono ligeramente distinto? La respuesta corta: porque no todas las pantallas muestran el color de la misma manera. De hecho, es muy improbable que dos pantallas diferentes se vean exactamente iguales. Un artículo técnico ilustra que, incluso poniendo la misma imagen en dos monitores idénticos lado a lado, hay un 95% de probabilidades de que no se vean iguales. Puede ser un shock, ¡pero es normal! Cada pantalla viene con sus ajustes, su tecnología y su “personalidad” de color.

Hay varias razones para estas diferencias:

  • Calibración de fábrica y preferencias: Los fabricantes de pantallas (ya sean TVs, monitores o móviles) ajustan el color a su manera. Cada fabricante tiene su propia preferencia de balance de color en sus dispositivos. Por ejemplo, en las tiendas de electrónica vemos televisores uno al lado del otro, cada uno con colores ligeramente distintos – unos más vívidos, otros más neutros – porque vienen configurados para lucir llamativos según el criterio de cada marca. En monitores de computadora también pasa; algunos traen modos “vívidos” donde los colores saltan a la vista con saturación alta. De hecho, muchos teléfonos móviles hoy en día usan perfiles de color vívidos por defecto que exageran la saturación de los colores para que todo se vea más “impactante”. Esto puede hacer que, al ver la foto de la peluca en un smartphone, los colores estén un punto más intensos de lo que realmente son. (Algunos móviles permiten cambiar a un modo de color más “natural” en ajustes, pero pocas personas lo hacen).
  • Gama de color y capacidad de la pantalla: No todas las pantallas pueden mostrar la misma gama (gamut) de colores. Hay un estándar llamado sRGB que la mayoría de pantallas cubren, pero pantallas más modernas o profesionales cubren gamas más amplias como DCI-P3 (usado en cine digital) o Adobe RGB. Una pantalla con gama amplia puede mostrar tonos que en una pantalla sRGB quedarían fuera de alcance (estos tonos fuera de gama suelen aparecer más apagados o convertidos al color más cercano que la pantalla sí puede mostrar). Por ejemplo, la gama DCI-P3 abarca aproximadamente un 25% más de colores que sRGB. Si la foto de la peluca tiene colores muy vibrantes capturados y la ves en un dispositivo antiguo con gama reducida, es posible que esos colores no luzcan tan vibrantes – simplemente porque la pantalla no los puede reproducir fielmente. Además, está el tema de la profundidad de color (8 bits, 10 bits, etc.): la mayoría de pantallas comunes usan 8 bits por canal (unos 16,7 millones de colores posibles). Pantallas de mayor rango dinámico/HDR usan 10 bits o más (más de mil millones de colores posibles), mostrando transiciones más suaves. En una pantalla estándar, puede haber bandas en gradientes sutiles o pequeños saltos donde en una mejor pantalla sería totalmente suave. Esto podría afectar, por ejemplo, a cómo ves un degradado de tonos en el cabello de la peluca.
  • Modos de “luz nocturna” o filtro azul: Muchos dispositivos tienen la función de filtrar luz azul (modo nocturno, “Night Shift”, etc.) que pone la pantalla en tonos más cálidos por la noche para descansar la vista. Si tu pantalla tiene el filtro de luz azul activado, ten en cuenta que sí altera la precisión de los colores, haciendo que los blancos se vean amarillentos y en general dando un tinte cálido a todo. Es intencional (para reducir la luz azul), pero obviamente la imagen no se verá con los colores reales mientras ese modo esté activo. Por ejemplo, una peluca rubia platino podría verse un poco más hacia rubio dorado con el filtro nocturno encendido, debido a ese velo anaranjado que se aplica sobre la pantalla. Si vas a juzgar colores, conviene desactivar esos modos temporariamente para ver la imagen como es.
  • Brillo y contraste de la pantalla, ángulo de visión: Son detalles técnicos pero prácticos. Si tu pantalla está con el brillo al máximo, los colores pueden lucir más claros; si está muy bajo, más oscuros o “aplanados”. El contraste o modos HDR también influyen: algunos smartphones en modo HDR pueden realzar ciertos colores o iluminaciones automáticamente. Incluso el ángulo desde el que miras la pantalla (especialmente en pantallas LCD) puede cambiar ligeramente la percepción de color/claridad.
  • Variaciones de unidad a unidad: Aunque tengamos dos pantallas del mismo modelo, puede haber pequeñas variaciones de fabricación (componentes electrónicos, retroiluminación, etc.). De acuerdo con expertos, la variación entre dos paneles iguales sin calibrar puede sumar diferencias de hasta un ~15-20% en color o brillo. Por eso los monitores profesionales vienen calibrados de fábrica o incluyen herramientas para ajustarlos: la calibración es el proceso de alinear la pantalla a un estándar de color (como D65, gamma 2.2, etc.) para que muestre los colores lo más fiel posible. Un monitor no calibrado puede tender a un tono (ej. ligeramente azulado) sin que lo notemos, pero comparado con otro se revela. La única forma de asegurarse de que dos pantallas muestren igual un color es calibrándolas correctamente, cosa que el usuario promedio no suele hacer, pero que en ámbitos de fotografía/diseño sí se realiza.

En resumen, si un cliente ve la foto de la peluca en su teléfono y luego en su laptop y nota diferencias, no es que la foto cambió: son las pantallas. Cada dispositivo pone su “filtro” al mundo digital. Para minimizar sorpresas, es bueno conocer tu propia pantalla: por ejemplo, si sabes que tu teléfono sobresatura los colores, mentalmente puedes compensar imaginando el color un poco más suave en la realidad. Y si tienes el filtro nocturno activo, recuerda que está alterando los tonos (quizá apágalo al ver fotos de productos donde el color es importante).

Compresión y formatos: el impacto en la calidad de color

Por último, hablemos de algo menos obvio: la compresión de la imagen y los límites del formato. Cuando subimos fotos a una página web, generalmente no están en su tamaño y calidad originales de cámara, sino optimizadas para que carguen rápido. Esto implica reducir resolución y usar formatos comprimidos (como JPEG, que es el más común en fotos web).

La compresión JPEG es con pérdida: descarta información “sobrante” que cree que no notaremos, reduciendo drásticamente el peso del archivo. Si la compresión es suave (calidad alta), prácticamente no distinguiremos diferencia. Pero con compresión más fuerte, pueden aparecer artefactos (pixelación en zonas, bloques) y se pierde nitidez en detalles muy finos. En cuanto al color, el JPEG trabaja separando la imagen en luminancia (blancos y negros) y crominancia (color), y a menudo comprime más la información de color que la de luminosidad, porque nuestro ojo es menos sensible a los detalles de color. ¿Qué significa esto? Que en un JPEG muy comprimido, puede haber pequeñas variaciones de tono que se aplanan. Por ejemplo, imaginemos una peluca castaña con mechas ligeramente más claras: si la foto está súper comprimida, es posible que esas mechas no se distingan tan bien porque el algoritmo fusionó tonos similares para ahorrar espacio (especialmente en zonas de color uniforme). También puede ocurrir banding, que son franjas donde debería haber un degradado suave de color, debido a la reducción de la profundidad de color efectiva por la compresión.

Otro aspecto es la resolución y escalado. Si mostramos en la web una foto reducida de tamaño, puede perder detalle de textura y color. A veces las plataformas aplican su propia compresión (redes sociales como Instagram, WhatsApp, etc., son conocidas por re-comprimir las fotos subidas). Aunque esto no suele cambiar radicalmente los colores, sí puede minorar la vibrancia o la definición de ciertas tonalidades. Por ejemplo, los rojos muy intensos a veces salen un poco “apagados” tras la compresión, o colores muy parecidos entre sí se representan como uno solo (porque el formato quizás usa una paleta reducida en ciertos casos).

También está el asunto del perfil de color incrustado en la imagen. Sin entrar en tecnicismos: las fotos pueden tener un “perfil” (sRGB, AdobeRGB, etc.) que indica a la pantalla cómo interpretarlas. En la web, el estándar es sRGB. Si por alguna razón una foto estuviera en AdobeRGB pero se muestra sin convertir en una web, los colores podrían verse lavados en dispositivos no preparados, porque habría una mala interpretación del perfil. No es común si el flujo de trabajo es correcto (la mayoría de fotos para web ya están en sRGB), pero lo menciono porque a veces el perfil faltante o incorrecto provoca colores raros en ciertas condiciones.

Entonces, ¿afecta la compresión y formato al color? Un poco, sí. No suele ser el culpable principal de un cambio de tono evidente (ese rol lo tiene más la luz y la pantalla), pero puede contribuir a que la foto no tenga toda la riqueza cromática original. Si quieres la máxima fidelidad, lo ideal sería imágenes sin comprimir y con perfil de color estándar; pero eso no siempre es práctico en internet. Por eso, en nuestra página nos esforzamos en encontrar un equilibrio: imágenes de buena calidad y tamaño, intentando preservar los colores reales de las pelucas, pero también asegurando que carguen rápido.

Conclusión: entendiendo las variaciones de color

Como hemos visto, son muchos los factores que pueden hacer que el color de una peluca en una foto no coincida al 100% con cómo la percibes al tenerla en tus manos. La luz bajo la que se tomó la foto influye enormemente (una misma peluca puede verse más vibrante bajo el sol que en interior). La cámara y sus ajustes intentan representar fielmente esos colores, pero pueden introducir variaciones si el balance de blancos no fue perfecto o si el procesamiento alteró algo. Luego, tu pantalla puede cambiar la jugada con sus propias características: tal vez muestra los colores un poco más saturados, o más cálidos, o quizás tu modo nocturno está encendido y pone todo amarillo. Incluso la compresión de la imagen puede limar algunas sutilezas.

Sabiendo todo esto, ¿qué podemos hacer? Primero, tener expectativas realistas: ninguna foto puede garantizar un color idéntico a la realidad en todas las pantallas, porque existen las variables que describimos. Sin embargo, sí podemos minimizar esas diferencias. En nuestro caso, procuramos fotografiar las pelucas con luz neutra y de calidad (para captar el tono real lo mejor posible) y ajustar el balance de blancos apropiadamente. Además, evitamos filtros de color en edición – la idea es que la foto sea lo más fiel posible a ojos del fotógrafo. Aun así, aconsejamos a nuestros clientes que, al ver las fotos, consideren todo lo comentado: quizá ver la foto en más de un dispositivo ayude a tener una idea más completa del color (si en tu teléfono se ve ligeramente más rojiza y en tu laptop más castaña, el color real probablemente esté entre medio). Y recuerda desactivar cualquier filtro de pantalla que tengas activado si quieres apreciar bien los colores.

En definitiva, mostrar el color exacto de una peluca en una foto es un reto por factores fuera de nuestro control, pero no es imposible aproximarse mucho. Con buena iluminación, buena cámara y calibración, y una pantalla adecuada, la diferencia entre foto y realidad será mínima. Nuestro objetivo es que tengas la mejor referencia posible, pero entendemos que puede haber pequeñas variaciones. Esperamos que con esta explicación comprendas las razones científicas y tecnológicas detrás de esas variaciones. ¡La próxima vez que notes que una peluca se ve un tono distinto en tu pantalla, ya sabrás por qué – y podrás confiar en que hacemos todo lo posible para que sea lo más auténtica posible!

En resumen: la luz, las cámaras y las pantallas forman un juego de teléfono descompuesto con los colores. Cada paso añade su matiz. Conocer esto nos ayuda a tomar decisiones informadas (por ejemplo, evaluar el color en buenas condiciones). Al final del día, nada reemplaza ver la peluca con tus propios ojos bajo la luz natural; pero cuando eso no es posible, las fotos bien hechas son nuestra mejor herramienta, entendiendo sus límites. ¡Que la ciencia de la luz te acompañe en tu próxima elección de color! 🏷️🎨

Hola, te ayudamos? 💬
Visita nuestra tienda